Groenlandia, una de las últimas fronteras del mundo moderno
La historia de Groenlandia (Kalaallit Nunaat en su idioma) es la historia de una vida bajo condiciones árticas extremas. Se cuenta que los primeros pobladores procedían de Asia y grupos migratorios del Norte de América, rasgos que aún hoy se ven en la población autóctona de la isla, los inuits. Para los europeos, Groenlandia era desconocida hasta la llegada de los vikingos en el siglo X, que le dieron su actual nombre “Greenland” (tierra verde), para hacerla apetecible a los pobladores europeos. Desde 1953, Groenlandia mantiene un estatus de semi-autonomía dentro de Dinamarca, país que gracias a sus subvenciones ha contribuido, y sigue contribuyendo, a mejorar las duras condiciones de vida de los groenlandeses.
Nuestro destino: El sureste de Groenlandia
Nuestra expedición se desarrolla en el sureste de Groenlandia, a una latitud cercana al casquete polar. Esta parte del pais se compone de un sinfin de pequeñas islas y penínsulas separadas por fiordos. Posee apenas unas pequeñas zonas donde el clima es más suave en verano y las temperaturas pueden llegar hasta 10° C. En esta época desaparece casi por completo el hielo de banquisa que en invierno viene arrastrada por la corriente de Groenlandia Oriental desde el Océano Ártico.
Expedición a un mundo desconocido y mágico
La percepción de que voy hacia un mundo mágico y desconocido empieza antes de aterrizar en Narsarsuaq, cuando el avión procedente de Reikjavik sobrevuela una parte de Groenlandia llamada “Inlandis”, la gran masa de hielo que cubre el centro del país, salpimentado sólo por los “Nunataks” o islas de roca. Había utilizado alguna vez la expresión “donde el cielo y la tierra se dan la mano”, refiriéndome a grandes planicies que contrastan en un bello juego de colores con el cielo. Pero en el momento de ver Inlandis me doy cuenta que es realmente aquí donde el cielo y la tierra se funden en una armoniosa unidad, es imposible distinguir donde termina la tierra y donde empieza el cielo.